Porque vivir es un arte
El Domador dice que no:
él no tortura a sus bestias.
Su método infalible es la persuasión,
su recompensa el cariño.
El Domador se muestra como un tirano benévolo.
Con mano ya perlada por la vejez,
acaricia indolente unos cachorritos.
Es el espíritu del orden.
Cada cual tiene su lugar
bajo esta carpa y en las jaulas de afuera.
"Sólo trabajo para el placer de mi público;
y lucho por el bien de mis animales.
Sin la misericordia de este Circo
ya los habrían cazado. Serían tal vez
pieles de lujo en un aparador
o simples organismos de sufrimiento
en los laboratorios del infierno.
"En mi Circo no existe ley de la selva.
Viven en paz. Se encuentra protegidos
por mi benevolencia, a veces exigente.
No podría ser de otra manera.
"Ahora observen la cara de mis bestias.
Sólo les falta hablar; si pudieran hacerlo
entonarían a coro mi alabanza.
"Con gusto posaré para sus fotos.
Me encanta retratarme con las panteras,
ver como tiembla el tigre cuando empuño mi látigo.
"¿Pueden negarlo? El Circo es el Estado perfecto."
Cuando él termina de hablar
el silencio no colma el Circo:
se oyen protestas entre rejas.
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